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ENLACES INCLUIDOS
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CRITICA
Patada en el trasero
Por Antonio
Montańa
"Donde la misma claridad es sombra". El t�tulo de la �ltima
exposici�n de Beatriz Gonz�lez es una cita tomada del Libro de Job. Es, de
muchas maneras ya, un avance de lo que est� en las
salas. No buscar�, entonces, el espectador claridad: est� obligado, por
indicaci�n de la autora, a indagar en las sombras. Pero sombra aqu� no es
oscuridad, la galer�a est� llena de luz. De sombra viene sombr�o. La luz, la
claridad revela los objetos; los destaca. Radical, abrumadoramente clara,
fue la pintura de Obreg�n: esos espacios donde con rumbo horizontal precis�
como saetas de luz, donde viajaban los peces. Luminosa es la pintura, por
ejemplo, para aludir �nicamente a pinturas de Botero, quien una y mil veces
ha explicado a quien lo inquiere que la l�nea
curva es sensualidad y erotismo. Y que la
claridad es alegr�a. S�lo una vez, y esto en la �ltima �poca para pintar la
violencia y protestar contra ella, trabaj� en la violencia colombiana y en
el horror puro de Abu Ghraib.
Los cr�ticos a historiadores del arte y aun los sic�logos
que a �l se asoman, encuentran en la historia del arte y a la vez en su
explicaci�n -y esto quiere decir en referencia al alma de sus autores- que
hay dos instantes en el hombre cuya materia viene a fundamentar el tono de
la obra de arte: son los �nstintos que Freud llamaba tan�ticos y su
contraparte, lo er�tico. Lo tan�tico evoca la
muerte y la destrucci�n; lo er�tico, la vida y la
alegr�a. Los dos instintos b�sicos del
comportamiento pueden centrarse, y de hecho lo
hacen, en dos acciones: el amor, que es generador;
y el odio, que es destructor.
A trav�s de su larga historia, los artistas han con
frecuencia legado al expresionismo para apoyar, ante el espectador, la obra
de arte. El expresionista busca conmover al espectador. Transmitirle
sensaciones pavorosas: dolor, des�nimo. Hay Cristos cuyas pasiones, en la
pintura o la escultura, adquieren dimensiones de pesadilla. Grunebald, por
ejemplo, magnifica las espinas de la corona del Nazareno; hunde sus puntas
en la carne y resalta con minucia la sangre y con ella, el dolor de la
figura, que el pintor, para hacerla a�n m�s dram�tica, amorata en cardenales
y enverdece para relatar palideces mortuorias.
El expresionista pinta para impresionar; para sacudir al
espectador; lo sacude; guerrea con �l, digamos que
sin consideraci�n lo abofetea con el dolor que
pinta. La funci�n para Grunebald de la
pintura religiosa es conmover. Vive en un
mundo donde la religi�n ha mantenido el dominio de los fieles, acentuando en
cada uno el sentido de culpa. El pecador debe sufrir, como el Cristo que
contempla el horror de sus propios pecados.
Quiz� el lector a la palabra expresionismo asocie un cuadro
que fue noticia hace poco: `El grito. Los elementos, la obra de Munch, son
muy sencillos, tanto, que resultan esquem�ticos: una figura sin detalles,
casi plana. Toda la composici�n reposa sobre la boca abierta. El tono es
gris y esto acent�a la soledad del hombre que atraviesa el puente.
La gran boca. �nico punto de color vivo. Se abre; roja para
aumentar la desesperaci�n y la soledad del personaje. No es un cuadro bello.
Lo que tiene de magn�fico es que su simpleza lo
hace pavoroso. Se volvi� s�mbolo del desesperado. Ilustr� la angustia. M�s
cerca de `El Grito est�, casi vecino de carne, el Seńor K. Sometido a un
proceso por una falta que ignora y juzgado por un tribunal que nunca logra
ver. 0 el joven que una mańana amanece tendido en la cama y cuando trata de
erguirse descubre que no puede porque se ha transformado en cucarr�n.
Expresionismo en la pintura. Expresionismo
en la literatura y explicaci�n de origen en la filosof�a
y en la sicolog�a.
Todo lo anterior para encontrar
que en donde la misma Claridad es sombra, Beatriz Gonz�lez se ha trasladado
al expresionismo. Quisiera recordar r�pidamente, y tal vez en
desorden, algunos hechos en torno a su obra. Tomada de la mano de
Marta Traba, su inicial y principal promotora, present� reci�n egresada de
la Universidad de los Andes, en el Museo de Arte Moderno, una exposici�n de
�leos inspirada en las `Encajeras de Vermer del Deft. En pleno auge de la
escuela de Nueva York, tomarlas como motivo adquir�a aire de pict�rico
anacronismo. Beatriz Gonz�lez eludi� el problema y las convirti� con enorme
buen sentido en una alusi�n simple a la composici�n de la obra del flamenco.
Es posible que aludiera a �l quiz� con alg�n color. No recuerdo muy bien,
pero en todo caso nadie identifica en aquellas telas la alusi�n al gran
dibujante colorista. Como s� la obra en ese
momento en marcha de Botero se identificaban las Meninas, como punto de
partida, Botero trasladaba a Vel�squez a su propio mundo y al apropi�rselo
lo transformaba en el traslado.
El nombre de Beatriz Gonz�lez salt� como catapultado con un
env�o al Sal�n. Semanas antes, una pareja humilde de origen campesino hab�a
hecho un pacto de muerte: tomados de la mano se internaron en las aguas del
Sisga, dejando una carta de despedida y sus fotograf�as: tomas de parque, al
lado dejaron el ramo de flores comprado para
servir de testigo. `Los suicidas del Sisga se llam� la obra enviada al
Sal�n. Con una enorme habilidad y una carga grande y grave de conocimientos
sociol�gicos, logr� usar los retratos, las flores y el tono triste de la
despedida, en un banquete pl�stico y en una s�ntesis sabia, por
lo cruel, del gusto popular.
Logr� convertir la despedida de la pareja en denuncia de
lo kitsch. En un pa�s en donde el
canibalismo cultural es plato diario, Beatriz Gonz�lez logr� convertir un
hecho judicial y la culminaci�n de un momento amoroso en carcajada nacional.
Seg�n los cr�ticos, hab�a logrado utilizar el arte como arma de denuncia del
esp�ritu cursi colombiano, identificado en aquella pelea.
La batalla iniciada por Gonz�lez contra la cursiler�a y el
mal gusto popular continu�. Utilizando
muebles baratos y, por lo tanto, de uso
en estratos socioecon�micos bajos, continu� su tarea.. .
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Tomado del
suplemento de El Tiempo, 14 de octubre de 2006 
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La persistencia del horror
Beatriz Gonz�lez parte de tres im�genes muy concretas para mostrar el
lado oscuro de la guerra: sus v�ctimas, los que quedan vivos y
loran sus muertos.
La muerte ronda a Colombia y
Beatriz Gonz�lez le ha dedicado los �ltimos 20
ańos de su carrera como pintora y dibujante para convertir en arte ese
horror que le causan las continuas noticias sobre asesinatos, masacres y
desplazamientos. La cita b�blica Donde la misma claridad es sombra,
tomada del libro de Job (10, 22), le da nombre a su �ltima exposici�n y
le permite agrupar tres series �ntimamente relacionadas entre s�. La primera
de ellas, Piedad, se basa en una obra de Giotto que se
encuentra en la capilla Scrovegni, en Padua (Italia), en la que ella
convierte a Cristo en una de las v�ctimas de cualquier masacre y a la virgen
en la mujer que sostiene ese cuerpo en su regazo.
La serie Vistahermosa le permite ironizar
sobre el nombre evocador del sitio de una masacre que ocurri� cerca de
Medell�n y la tragedia que all� se consum�. Las
obras que la componen repiten una y otra vez
distintas variaciones de una imagen recurrente: dos hombres cargan un cuerpo
sin vida que cuelga de un palo. Esa imagen la encontr� en noticias de prensa
que registraban aquella masacre y otra matanza en Caldono, Cauca.
La serie Domingo de resurrecci�n tiene como
base una fotograf�a que se tom� luego de la matanza de Taraz�, Antioquia. El
s�mil entre un carguero de procesi�n de Semana Santa y un operario que
traslada cad�veres crea un dram�tico contraste.
Estas im�genes que se repiten una y otra vez, muchas veces
difusas, a veces simples sombras, evocan el absurdo de una guerra sin fin
que se repite en la televisi�n y los diarios como si se tratara de la misma
pel�cula que todos han visto y que, de tanto repetirse, se vuelve invisible
a los ojos de eso que llaman `la opini�n p�blica.
Tomado de la Revista Semana, Edicion
No. 1271, 11 de septiembre de 2006 
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Un
�cono de la Colombia actual
por Paola Villamar�n |
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En su revisi�n habitual de peri�dicos y revistas del pa�s,
Beatriz Gonz�lez reconoci� como suya una imagen en blanco y negro publicada
en EL TIEMPO a principios del 2007. En ella, una campesina de mediana edad
se ve�a sosteniendo un mapa en medio de un paisaje de sabana. Su nombre:
Yolanda Izquierdo, asesinada el 31 de enero de ese ańo.
"Hac�a mucho que no encontraba una imagen tan poderosa",
dice Gonz�lez, una de las artistas m�s trascendentales del arte colombiano.
Pero esa imagen no era en realidad suya. Hab�a sido tomada por el periodista
�lvaro Sierra en la hacienda Santa Paula, en C�rdoba. All�, Izquierdo y 700
familias hab�an sido desplazadas despu�s de haber vivido y sido
beneficiarias de una `reforma agraria del jefe paramilitar Fidel Castańo.
Creadora de �conos a partir de fotograf�as de prensa,
Gonz�lez consider� que "esa foto ten�a un principio que parec�a m�o". Reun�a
elementos como la "simplicidad" y la "sencillez". Ten�a el valor de la
concreci�n. Esa que tienen las im�genes de las ventanas posteriores de los
buses para que quienes van detr�s, en la carretera, las identifiquen
r�pidamente.
Pocos d�as despu�s vio la misma imagen, pero en color. Se
identific� m�s con ella: "Ten�a un verde y un amarillo que yo trabajo. Eran
colores de los que pod�a apropiarme f�cilmente: el verde lim�n del campo, el
azul de su ropa y el color de su cara, que se puede transformar en un rosa o
un lila". Entonces llam� a Sierra para que le permitiera usarla. "Uno de los
m�ritos de lo que hizo fue aprovechar un documento
period�stico para volverlo arte", dice Sierra.
Mientras pensaba en esa imagen de una m�rtir, de una `santa
moderna (asesinada por un sicario despu�s de que ella avis� a las
autoridades en repetidas ocasiones que la iban a matar), Gonz�lez recibi�
una propuesta del curador Juan Andr�s Gait�n para que participara con su
proyecto `Transmisiones, organizado por �l, Mar�a Clara Bernal y Fernando
Escobar para el Sal�n Nacional del Ministerio de Cultura.
Una serie desantas
La b�squeda del proyecto consist�a en que Gonz�lez y otros
artistas pudieran transmitir su obra en medios masivos. "En primer lugar,
quer�a que esa imagen se transformara y difundiera como las ondas de radio.
Por otro lado, que la imagen se deb�a repetir, repetir y repetir", agrega
Gonz�lez para explicar por qu� su �cono, que contin�a tantos otros de su
creaci�n, como Los suicidas del Sisga o sus mujeres empalizadas, est�
compuesto por la imagen repetida de la misma mujer,, que cuando sea impreso
por EL TIEMPO volver� a repetirse.
Gonz�lez pens� en la necesidad de enmarcarla. Se acord� de
que ten�a unas impresiones de unas carpetas de pl�stico. "La �nica manera de
volver a este �cono una santa era enmarc�ndola en algo popular. Es que en
Colombia hay una serie de santas que luchan por algo que no solo las va a
beneficiar a ellas, sino a todos", agrega.
Ondas de rancho grande, como se titula la pieza, no
es un grabado intocable que Beatriz Gonz�lez enviar� a los colombianos que
quieran coleccionarlo, sino una pieza que cada cual podr� usar y alterar a
su gusto: "Van a poder colorear o enmarcar a esta santa in�dita, que no est�
en el santoral. Podr�n ponerle velitas y flores".
Tomado del peri�dico El Tiempo, 16
de mayo de 2008 
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Ondas
de rancho grande
Una obra de Beatriz Gonz�lez que utiliza
otra imagen de reporter�a gr�fica.
Un retrato de la l�der de tierras
Yolanda Izquierdo, realizado por Beatriz Gonz�lez, obra diseńada para
aparecer en Lecturas, forma parte del proyecto Transmisiones, parte de los
Salones Nacionales de 2007-2008. Tiene por t�tulo `Ondas de Rancho Grande y
su publicaci�n marca el cierre de un proyecto que se ha venido desarrollando
desde principios de 2007. La idea principal tras este proyecto ha sido el
entablar un di�logo sobre la relaci�n entre la producci�n cultural y los
medios de comunicaci�n. Nos centramos en la radio y la prensa porque creemos
que estos son los dos veh�culos que m�s han ayudado a consolidar una unidad
sociocultural en el pa�s. Los artistas invitados a participar han realizado
obras expresamente para radio o impresos. Existe un archivo del proyecto en
la p�gina electr�nica www.transmisiones.org
, pero no hay una muestra de sal�n propiamente dicha.
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La obra de Beatriz Gonz�lez debe ser vista no como una
reproducci�n sino como la obra en s�, con una edici�n equivalente al tiraje
de Lecturas. La imagen hace clara referencia a una foto de la l�der tomada
por �lvaro Sierra, publicada en EL TIEMPO el 16 de junio de 2007. Como la
gran mayor�a de las fotograf�as period�sticas, esta foto de Sierra es
`directa, sin pretensiones art�sticas, pero al mismo tiempo es un documento
de nuestros tiempos: Yolanda Izquierdo sostiene en sus manos un mapa de la
hacienda Santa Paula, sobre la cual los paramilitares ejercieron una suerte
de `reforma agraria cuyo efecto ulterior ha sido el desplazamiento continuo
de comunidades campesinas a ind�genas. La tierra fue recientemente
reapropiada y puesta en venta. Desmoralizados por la frecuencia de los
asesinatos de l�deres de tierras (Yolanda Izquierdo era la tercera o cuarta
v�ctima), los campesinos, seg�n los re portes, han dejado de actuar. El
nombre de Yo landa Izquierdo y el fen�meno del
destierro est�n, en Colombia, fatalmente ligados. Ante este tipo de
apropiaciones reales, Beatriz Gonz�lez responde aqu� con una apropiaci�n
figurativa. `Ondas de Rancho Grande, como se titula la
obra, fija a Yolanda Izquierdo dentro de un
g�nero enigm�tico de iconograf�a popular, convirti�ndola en
"una santa moderna", como dice la maestra, con marco dorado.
Dentro de la historia del arte, el marco de oro es tal vez
la convenci�n m�s com�nmente utilizada para glorificar la pintura y separar
la de la realidad del que la admira, a veces re produciendo en el marco
algunos aspectos relativos a la obra enmarcada. Sin embargo, en contrapunteo
con el marco que separa a Yolanda de nuestra realidad (o que enfatiza su
`asunci�n, su progreso en la estratificaci�n de la vida espiritual) en
`Ondas de Rancho Gran de la imagen en s� desciende:
Yolanda-la-Santa aparece en lugar del mapa que en la foto original de
�lvaro Sierra Yolanda-la-l�der sostiene en sus manos; y, repetida la imagen,
como si su reproducci�n fuera inevitable, esta va descendiendo en un doble
proceso de regeneraci�n y disoluci�n, desapareciendo hasta que solo queda un
fragmento del paisaje, un paisaje que ha dejado de ser `real, un paisaje m�
tico. La simpleza fant�stica, a incluso m�gica, con que Beatriz Gonz�lez
trata esta imagen disimula entonces una complejidad iconogr�fica asombrosa.
Mucho m�s se podr�a decir de esta pintura, pero nos
limitaremos a el lugar que ocupa dentro del proyecto Transmisiones, el cual
forma parte del programa de Salones Nacionales del presente ańo. La decisi�n
de invitar a Beatriz Gonz�lez a participar en este proyecto fue casi
inevitable. La propuesta para el Ministerio de Cultura se centr� en dos
elementos de la cultura de medios: la radio y los impresos. Fue nuestra
opini�n que estos dos medios eran los verdaderos veh�culos del imaginario
colectivo que llamamos Colombia. Descubrimos muy pronto que la famosa
organizaci�n ACPO (Acci�n Cultural Popular), liderada por el cura Jos�
Joaqu�n Salcedo (a quien se le conoce m�s ap�crifamente como Monseńor
Salcedo; un ejemplo de lo que podr�amos llamar
"canonizaci�n por voto popular") hab�a durante medio siglo producido toda
una red ideol�gica y cultural a trav�s de sus impresos y su cadena radial
Sutatenza. La ACPO se convirti� en el eje central del proyecto. Quienes han
seguido la obra de Beatriz Gonz�lez sabr�n que esta dio un giro
important�simo hacia mediados de los sesenta, especialmente con `Los
suicidas del Sisga (1965), una de las primeras obras en que utiliz�
im�genes de la reporter�a gr�fica. Esta hibridaci�n de la tradici�n de la
pintura de occidente y la imaginer�a popular ha marcado la carrera de la
artista.
Tomado de la Revista Lecturas, El
Tiempo, marzo de 2008

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El abismo dentro del
abismo
por Humberto Junca Casas
En su libro El largo instante de la
percepci�n, Miguel Huertas propone una hip�tesis que parece
demostrar la raz�n del curioso rumbo que tom� el arte colombiano
a partir de los ańos setenta. Seg�n �l, la pintura abandon� el
marco e invadi� el
espacio real gracias a los experimentos de unos pocos pero notables artistas
que hab�an estudiado arquitectura y que sent�an la necesidad de ir
m�s all�. Ese es el caso de Beatriz Gonz�lez,
quien durante esa d�cada pint� cunas, mesas, camas, tocadores, platones,
canastos, tambores y dem�s objetos de metal, de
madera, de mimbre; siempre relacionando con humor el motivo de la pintura y
el uso original del objeto. Demostrando el valor
de semejantes obras, la Tate Gallery de Londres acaba de comprar La
�ltima mesa, copia de La �ltima cena de
Leonardo da Vinci, realizada por Gonz�lez en 1970 sobre una mesa met�lica de
dos metros de largo. Mientras tanto y orgullosa, la artista santandereana
exhibe en Bogot�, en la Galer�a Sextante, un conjunto de recortes de prensa,
dibujos y grabados de su m�s reciente proyecto: Ondas de Rancho Grande.
Atendiendo la invitaci�n de Transmisiones
(una curadur�a sobre la prensa y la radio en el interior del pa�s, que
particip� en el pasado Sal�n Regional Zona Centro), Gonz�lez decidi� hacer
una obra basada en algo que apareciera en el peri�dico. Para ello, escogi�
una imagen de comienzos
del ańo 2007, aparecida en el diario El Tempo. Se trataba de un
reportaje firmado por Alvaro Sierra sobre el asesinato de la l�der campesina
Yolanda Izquierdo, en C�rdoba. Al respecto dice la
artista: "Hab�a muchas fotos de ella, pero esta
ten�a esa cosa frontal que es un poco naif mia,
esa simplicidad provinciana que ten�an Los suicidas del Sisqa".
Es diciente que Beatriz Gonz�lez compare
Ondas de Rancho Grande con la pintura que a mediados de los
sesenta hizo a partir de una foto del peri�dico, de dos amantes
que se suicidaron en el Sisga: ella a la izquierda con un pańol�n sobre la
cabeza; �l a la derecha con sombrero. Los dos sonr�en y rniran a la c�mara
mientras sostienen entre sus manos unas flores. La foto, muy plana, sin
contraste, solo los muestra de la cintura hacia arriba. Beatriz Gonz�lez
mand� su famosa pintura
de los suicidas, de colores estridentes,
populares y de alguna forma llenos de ternura, al
XVII Sal�n Nacional de Artistas y fue rechazada
primero (por ser una vil copia de una fotograf�a
que le hab�a dado la vuelta al pa�s), y luego reconsiderada y premiada.
A Gonz�lez siempre le ha gustado trabajar con im�genes de
otros. En 1962, cuando comenzaba su carrera pint� versiones de
reproducciones de pinturas vistas en libros y cat�logos, pero con Los
suicidas del Sisga dio un paso que la llev�
del mundo del arte al mundo real. Un paso que
terminar�a por acentuar, ańos m�s tarde, cuando pint� sobre objetos
cotidianos.
En ese sentido, Ondas de Rancho
Grande es una s�ntesis de esos pasos: el dibujo parti� de una foto de
peri�dico, en la que una mujer encuadrada de la cintura hacia arriba, mira a
la c�mara, mientras sostiene un papel entre sus manos.
Al fondo, un plano de un paisaje: las tierras por las que
Yolanda Izquierdo luchaba. El dibujo fue impreso sobre un objeto
cotidiano que le sirvi� de soporte y veh�culo: el diario
como una m�rtir (como Los su�c�das del S�sga, entreg� su vida
por un ideal). Como una santa, incluso, que en medio de un paisaje, sostiene
en sus manos un papel con su propia imagen.
En Ondas de Rancho Grande la artista recurre a la
repetici�n de la reproducci�n dentro de la reproducci�n misma; algo que
fascinaba a los pintores desde el Renacimiento y que llamaron mise en
abyme (puesta en abismo). Como un espejo que refleja un
espejo. Como escribir una novela dentro de una novela o hacer una
pel�cula dentro de una pel�cula, muchos artistas pintaron pinturas, espejos
o ventanas dentro de sus cuadros, cuadros que a su
vez eran vistos como ventanas, espejos y claro, pinturas. Sin embargo, la
puesta en abismo la toma Gonz�lez de otro lado: "La idea, al comienzo del
proyecto, era trabajar con prensa y radio; as� que pens� en dibujar como
expandiendo ondas de radio, una dentro de otra. Y record� cuando yo estaba
chiquita a �bamos a remar al lago del Parque Gait�n. All�
me dieron una gaseosa, una Leona; cuando me fij�, el sello ten�a una botella
pintada con el sello con la botella pintada, pintada, pintada. Eso me
impresion�". As�, Beatriz Gonz�lez construye esa hipn�tica imagen definitiva
como un encadenamiento de instantes sin fin en el mismo plano. El use del
motivo reiterado aparece de nuevo como un mecanismo de memoria, pero tambi�n
como una forma de frenar la velocidad de las im�genes que
indiscriminadamente nos llegan a trav�s de los medios masivos y as� intenta
el an�lisis y la comprensi�n de lo que pasa.
Porque, en general, miramos sin ver. Gonz�lez busca detener el momento y
encontrar sentido en la historia de Yolanda Izquierdo, l�der de la
Organizaci�n Popular de Vivienda, quien fue asesinada cerca de su casa en el
barrio Rancho Grande a orillas del Sin�, en Monter�a, por tratar de
recuperar las tierras entregadas por Fidel Castańo en 1990, a m�s de 2.000
campesinos desplazados. Tierras que han sido recientemente tomadas a la
fuerza o compradas a precios risibles bajo amenaza, por otros paramilitares.
"Esos criminales se sienten siempre Robin Hood -seńala la artista-, roban
pero dan. Como Pablo Escobar y sus programas de vivienda en Medell�n, o como
el M-19 cuando asaltaba los camiones de Alpina para repartirles a los
pobres. Aqu� hay algo, en el fondo, muy turbio. Izquierdo estaba luchando
por unas tierras que le hab�an dado unos paramilitares, que a su vez se la
hab�an robado a otros que sin duda se la hab�an robado a los ind�genas. El
tema pod�a ser m�s puro; pero as� es la realidad colombiana". De esta forma,
Ondas de Rancho Grande tiene otra manera de ser le�da: como una
maldici�n, como un bucle tr�gico. Un encadenamiento de sin sentidos, de
violencia, de injusticias. El abismo dentro del abismo".
Tomado de la Revista
Arcadia No.39, diciembre de 2008. 

Carta furtiva - cambia el rumbo de una artista
Experiencia �nica
? Beatriz Gonz�lez se siente intrigada, pero agradecida por hacer parte
de esta historia. "Yo quiero conocer� la mujer que escribi� esa carta. Tiene
muchos valores y es un retrato del pa�s. Para m�, esto es lo m�s importante
que me ha pasado en el arte", dice la artista.
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El arte fluye de la mente y de los sueńos de los creadores. Es una v�a
para representar el mundo, pero a veces los hechos tocan la puerta del
artista para estimular su inspiraci�n.
La llegada de una carta an�nima hasta la entrada de Alonso Garc�s Galer�a
, dirigida a la artista Beatriz Gonz�lez, fue el acontecimiento que marc� el
punto de giro definitivo, en la obra que hoy presenta esta pionera del arte:
Carta Furtiva.
La muestra, est� compuesta por dos partes: una serie pict�rica
nueva, de tono sat�rico, pol�tica y reflexivo; y Ondas de rancho grande,
exposici�n itinerante, resultado de unos bocetos intervenidos por el
p�blico, en una convocatoria realizada en el 2008.
Cuando Gonz�lez estaba a mitad de camino de la preparaci�n de su trabajo,
una mujer llev� a la galer�a una carta para la pintora, en la que le contaba
c�mo hab�a encontrado la obra Ondas de Rancho Grande. La mujer nunca dijo
su nombre, solo entreg� la misiva sobre un papel de envolver y se fue.
La seńora que encontr� un peri�dico con la imagen de Yolanda Izquierdo
(l�der asesinada por para-militares en Monter�a, y personaje principal de
las obras), pens� que tendr�a alg�n valor econ�mico. Pero, luego de darse
cuenta de que no era as�, us� el grabado como mantel hasta que un vecino le
dijo que Yolanda era una santa. La carta hizo que la artista diera un giro:
"Ella fue inspiradora. Ella hizo que Yolanda se volviera santa y empec� a
trabajar con otro esp�ritu", dice Beatriz.
La serie agrupa 15 pinturas que son, en parte, producto de esta carta
escrita por una mujer an�nima, a quien Beatriz desea conocer alg�n d�a.
Tomado del peri�dico El Tiempo ADN, 3 de junio de
2009
NOTA DE COLARTE: La carta an�nima result�
estar escrita por Sim�n Hosie. Informaci�n en
http://www.colarte.com/colarte/conspintores.asp?idartista=14913

A m�s muerte,
mayor arte
Por Juan Gustavo Cobo Borda
Desde 1985, cuando realizo su �T�mulo funerario para soldados
bachilleres�, temerosa de lo que pudiera ocurrirle a su hijo, el arte de
Beatriz Gonz�lez se desenvuelve como un oscuro r�o de muerte y desolaci�n.
De llanto y congoja. All� estar� el perfil santandereano de Luis Carlos
Gal�n, con su bigote, mientras su contorno amarillo navega sobre el violeta
crepuscular de su agon�a, en 1992. All� estar� tambi�n su �Autorretrato
llorando�, de 1997, donde el trazo azul de su cuerpo desnudo, y el
sufrimiento de su rostro cubierto por las manos, se ofrecen entre las
cortinas de un tel�n de fondo, como imagen abatida de expiaci�n y denuncia.
De casi fantasmal repudio.
Parec�a haber dejado atr�s sus juegos risue�os con la historia del arte,
y el sarcasmo burl�n con las figuras de mando y poder (generales como verdes
y rojos papagayos) para concentrar su fr�a mirada en las fotos an�nimas de
entierros, masacres y rostros ocultos por el desd�n rabioso de la pena. Nada
importaba, �M�teme a m� que yo ya viv� (1996). Torso doblado, hombros
ca�dos, cabeza sin fuerza para levantar la vista: parec�a natural que esos
�ngulos de corte y contraste, esa geometr�a marr�n-rojiza de ata�des
superpuestos en perspectiva expresionista intentara trascender una fecha y
un nombre (�Las delicias�) para alcanzar alguna significaci�n. Pero la
muerte no la tiene.
Un adem�n art�stico que nos redimiera de tanto olvido. Quiz�s por ello el
�ltimo avatar de esa metamorfosis incesante de violencia y sevicia
involucrar� de lleno a la propia artista. Como una Ver�nica se har�a fijar,
en mascarilla f�nebre de blanco yeso, los propios huesos de su cara y los
expondr�a sobre los lienzos rojos, azules o amarillos, desdibujados con el
sudor que impregn� un rostro, en el Huerto de los Olivos.
Ahora, en esta nueva exposici�n en la Galer�a Alonso Garc�s (2009), las
sombras a punto de desvanecerse apelan a los Salmos, como otro recurso
b�blico, y revelan el fin de lo que fue la vida en el campo y su
compenetraci�n con la naturaleza: la agricultura campesina, sembrando y
arando. Los pescadores y las pilanderas, entregados a sus oficios, con ese
inalterable paisaje de fondo, que es m�s encierro que horizonte,
desvaneci�ndose poco a poco dentro de una atm�sfera de luto.
A lo que asistimos, en realidad, es a la figura acrecentada de una l�der
comunitaria, Yolanda Izquierdo, cordobesa, asesinada por grupos
paramititares, que poco a poco, en el imaginario popular, adquiere
dimensiones de santa. De mujer que expone, al pueblo mismo, los rasgados
papeles de su utop�a. Del recobro de la tierra expropiada.
La mujer que en un primer momento, con su dignidad y sus aretes, mostr�
sobre la tierra misma sus t�tulos, los ver� rasgarse, con su muerte,
mientras su figura ya ic�nica se repite incesante en la progresi�n de una
secuencia art�stica digna de la emulsi�n de Scott, cada vez mayor, en su
irradiaci�n colectiva: �Ondas de Rancho Grande�. Y que, finalmente, acogido
por el peri�dico El Tiempo en sus p�ginas diarias, se convierte en un
grabado popular, enmarcado en la cursiler�a f�nebre-floral
del kitsch, t�pico de su arte; y en verdad cada vez m�s diminuta en
el v�rtigo abismal de su olvido. El peri�dico de ayer.
S�lo que el proceso del arte es quiz�s el mismo de la Iglesia al
canonizar una santa. Pruebas, estudios, debates sobre la validez de una
opci�n: todos estos avatares son los que la exposici�n consigna con rigurosa
minucia. Ya la obra no es suya. Los fieles la intervienen, la adornan con
lentejuelas, le atribuyen cada vez m�s insospechados milagros, en el fervor
ingenuo de la fe, como lo atestigua la �Carta furtiva� que recibi� la
artista al respecto.
La santa se transfigura dentro de un icono dorado. La santa se vuelve
muchas sobre verdes agua-marinos, tierras pardas, amarillos
resplandecientes. Ellos contribuir�n a su culto.
Su sombra crece, en la fijeza hier�tica del �leo, consignando, en el
mismo mapa de sus t�tulos, cielos estrellados y costumbres milenarias. O con
la sanguina y el carboncillo, esfumadas l�neas que se disuelven de nuevo en
la blancura del papel. L�mite final entre el testimonio y el arte.
Pero la exposici�n no termina aqu� en la galer�a, entre los muros de lo
que fuera una iglesia protestante, sino que se proyecta en el Cementerio
Central, en la interminable fila blanca de lo que son ahora osarios vac�os,
se�alados apenas por los peculiares signos del alfabeto, negro sobre blanco,
de la artista. Siluetas egipcias o ind�genas postradas en tierra. Bultos
negros de bolsas de pl�stico transportando restos. Palos sobre hombros de
porteadores, de los cuales cuelgan, como hamacas, las piernas y brazos del
�ltimo cad�ver. Algo que nos lleva a recordar, como origen del arte
contempor�neo colombiano, el cuadro de Fernando Botero de
1952, �Frente
al mar�, segundo premio en el IX Sal�n Nacional de Artistas, el cuerpo
de un hombre que otros dos llevan a hombros, amarrado de manos y pies a dos
largos palos. La pareja de ni�os y el hombre con bast�n que los acompa�a
acent�an la irrealidad de este duelo, tan solitario y tan impregnado de la
atm�sfera caribe. Inicio y ojal� postrer avatar de un ciclo, en la
destemplada Bogot� de las tumbas, Beatriz Gonz�lez, a trav�s del arte,
insiste en hacer del crimen, indiscriminado y sin atenuantes, un rito en
procura de exorcizar ese dolor sin paliativos. Un arte por fin, pleno de
sentido. En las tumbas vac�as hall� la vida de la pintura. Su larga vida.
Tomado del peri�dico El Tiempo, julio de 2009

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La
mirada desbordada de Beatriz Gonz�lez
BEATRIZ GONZ�LEZ no sabe lo que es quedarse quieta. Una mezcla de
sensibilidad profunda y de curiosidad inagotable obran en ella como motores
de un trabajo que empez� desde hace m�s de cuatro d�cadas y que hoy sigue
vigente gracias a la renovaci�n constante de su propia visi�n. Ni los que
m�s la conocen sabr�an decir en qu� momento se abstrae de su trabajo porque
hasta cuando se refugia en su casa de Sesquil�, est� concentrada en algo:
"Beatriz es un rat�n de biblioteca, no ha parado de trabajar en una cosa
cuando ya est� sumergida en otra", dice Alonso Garc�s, su galerista y amigo
de vieja data.
Daniel Castro, uno de sus disc�pulos m�s queridos, define a Beatriz con
la frase que alguna vez pronunci� Luis Caballero sobre su gran amiga, en un
intento por ponerle nombre a ese torrente intelectual y sangu�neo que le dio
un vuelco radical al arte en Colombia: "Beatriz es sin�nimo de rigor
mental".
Ella, en cambio, confiesa que no puede explicarse de d�nde sale su
curiosidad: "Yo vengo de una familia de tres hermanos. Y entre los otros
dos, yo era la boba". Es su forma de decir que siempre se caracteriz� por
tener una personalidad introspectiva, callada. "Supongo que lo m�o fue una
revancha, porque yo era muy t�mida. Creo que los t�midos almacenamos m�s
cosas profundas y si logramos sacar todo eso, podemos hacerlo de maneras
brillantes".
Beatriz fue una hija juiciosa de la d�cada del 60. Embebida en esos a�os
vertiginosos, su percepci�n se aliment� del nuevo cine alem�n, del
existencialismo franc�s, de las revoluciones estudiantiles, del
florecimiento de ideolog�as pol�ticas y, en general, de todo lo que ocurr�a
en el mundo mientras unos j�venes despertaban art�sticamente: "Crec� en una
�poca de transgresiones y lo que yo hac�a en ese entonces era para
molestar", dice una Beatriz, quien sin embargo no se califica a s� misma de
rebelde; m�s bien su reserva ten�a que ver con ese rol de boba: "Cuando
empec� con mis primeras obras nadie esperaba que yo saliera con todo eso. Es
que yo soy una caja de sorpresas".
Como para completar el colmo de un t�mido, la docencia se le atraves� en
el camino desde muy joven, encontrando, para su sorpresa, un recibimiento
fuera de lo com�n en sus alumnos: "Lo �ltimo que habr�a querido ser yo era
maestra pero me toc� ense�ar toda la vida. Nunca lo busqu� pero vengo de una
familia de maestros". Y trae consigo el gen de la pedagog�a, ese que no se
aprende en ning�n lado pero que la acompa�a como un sello distintivo de su
car�cter: "Beatriz es un ser muy especial, irradia conocimiento porque es
una maestra de la vida", dice Castro, quien considera que el haber trabajado
con ella lo transform� para siempre, como a tanta gente que comparti� con
ella: "Yo hago parte de un grupo al que Beatriz le cambi� la vida. Es una
mujer que no s�lo sabe sino que adem�s comparte sus dones".
El contraste entre su personalidad solitaria y t�mida estar�a marcado por
una comuni�n inusitada del p�blico con su obra. Una mirada social y pol�tica
particular la oblig� a interesarse por las realidades m�s duras mientras le
daba vida al color como una manera de evocar su infancia: "Entrecierro los
ojos y veo los colores de Bucaramanga, de lo que ve�a en mi ni�ez. Los
colores de mis cuadros son los de los atardeceres que observaba con mi pap�.
El sol�a decirme que yo era una artista".
Esos naranjas, amarillos, azules y verdes de su memoria son los mismos
que utiliza para registrar tragedias como los suicidios, los cr�menes
dom�sticos y las matanzas que han sido protagonistas de sus obras.
A los 70 a�os a Beatriz Gonz�lez no le queda tiempo libre. Entre clases
universitarias, conferencias, investigaciones y la continuaci�n de su labor
pict�rica, la Maestra nunca tiene un respiro, como si los latidos del
coraz�n le fueran marcando tambi�n los pasos: "En cada uno de sus trabajos,
sea como artista, como curadora o historiadora, le imprime un sello de
profundidad admirable y es imposible saber c�mo le alcanza el tiempo para
hacer todo lo que hace", dice la periodista cultural Dominique Rodr�guez.
Frente a sus ojos, a m�s de cien metros de altura, Beatriz tiene una
vista de 180 grados de Bogot�. Desde su ventana puede ver los columbarios
del Cementerio Central, que hoy est�n intervenidos con su obra Auras
an�nimas como una manera de restituir la memoria de 9.000 l�pidas sin
nombre. Piensa en la mujer de la carta an�nima que le dio coherencia a la
exposici�n sobre Yolanda Izquierdo, que por estos d�as est� exhibida en la
Galer�a Alonso Garc�s, y en lo poderoso que puede resultar el arte, su arte.
Dice que quisiera conocerla para ayudarla. Quiz�s darle una oportunidad para
estudiar. Decirle que nunca imagin� hasta d�nde pod�a llegar como artista.
Despu�s de todo es consciente de que quiz�s como en ning�n otro pa�s del
mundo, en Colombia cuenta mucho el azar: "La aparici�n de las cosas lo
cambia todo", dice. Y pocos como ella para confirmarlo
Tomado de la Revista Cromos No. 4757, 13
de junio de 2009

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Cr�tica incansable
por Jaime Andr�s Monsalve
La Tate Gallery, de Londres, y el Museum of Modern Arts, de Nueva York,
adquirieron hace poco muebles que intervino la maestra en los a�os setenta
La obra de Gonz�lez posterior a esos acontecimientos no ha perdido un
�pice del colorido ni de la po�tica manifiesta a partir de su celebrado
cl�sico Los suicidas del Sisga (1965), pero ha ganado en tragedia y
en denuncia. Esa es precisamente la caracter�stica de la obra Ondas de
Rancho Grande, expuesta hasta finales de abril en la Universidad
Nacional de Medell�n, y nacida a partir de una fotograf�a de la l�der
cordobesa Yolanda Izquierdo, asesinada por paramilitares tras una ardua
lucha por recuperar miles de hect�reas de la finca Las Tangas, de donde
fueron desplazadas m�s de 800 familias.
La fotograf�a de Alvaro Sierra, aparecida en ElTiempo, dio pie
para que el peri�dico lanzar� una versi�n de la misma hecha por la pintora
bumanguesa, en su edici�n del viernes 23 de mayo del a�o pasado. "Fue un
dibujo hecho con trazos, a la manera de las comiquitas del diario, para que
la gente lo interviniera pint�ndolo, haciendo un collage o como
quisiera. En un encuentro con los lectores firm� unos 400 ejemplares. Muchos
de ellos me ped�an cambiarle el t�tulo a la obra con mi pu�o y letra",
explica la artista.
Luego, unas variaciones sobre la misma idea dieron origen a la serie
Transmisiones, presentada en el pasado Sal�n Nacional de Artistas. A
pesar de lo vivido en sus casi 50 a�os de carrera, no teme decir que esta
serie ha significado su lazo m�s fuerte con el pa�s. "El contacto directo
con la gente ha sido inimaginable. Recib� una carta de una lavandera,
escrita en el mejor de los lenguajes, en la que me cuenta que Yolanda
Izquierdo le ha hecho milagros", cuenta.
Ahora, esa imagen de quien ella denomina "una santa moderna" es de nuevo
el leitmotiv de 18 �leos sobre tela que presentar� en Bogot�, a
partir del pr�ximo 16 de mayo, en la Galer�a Alonso Garc�s. A lo largo de la
serie, el plano de la finca Las Tangas que aparece en la foto original es
reemplazado por lo que Gonz�lez llama "el mapa de sue�os" de Yolanda
Izquierdo, truncos tras su asesinato. Todo ello abordado con el tradicional
cromatismo sobresaturado de su obra, colorido que proviene no de las
influencias del pop art, como normalmente se ha dicho, sino "de los
parajes de Bucaramanga, del r�o y de los bosques de Santander".
Ese es apenas el m�s inmediato de los planes de Beatriz Gonz�lez, quien a
sus 70 a�os sigue siendo una incansable del arte. En la actualidad se
encuentra d�ndole las pinceladas finales a la gran historia de la caricatura
en Colombia, para una pr�xima exposici�n en el Banco de la Rep�blica y para
un libro, frutos de una investigaci�n que desarrolla desde 1985. La artista
y curadora logr� dar con verdaderos hallazgos hist�ricos, como una s�tira
contra el general Francisco de Paula Santander. "Dec�a Baudelaire que la
risa es diab�lica. Por eso creo que la risa lleg� a nuestros pa�ses con la
Conquista. Antes s�lo exist�a la ingenuidad ind�gena", asegura.
Adicionalmente, el curador mexicano Cuahut�moc Medina est� en el proceso
de realizar en su pa�s una retrospectiva de la bumanguesa, intentando para
ello rastrear la mayor cantidad de obra hist�rica posible. Hace poco, un par
de sus c�lebres intervenciones sobre muebles y objetos, provenientes de la
d�cada de 1970, fueron adquiridas por la Tate Gallery de Londres y por el
Museum of Modern Arts, Moma, de Nueva York. Luego vendr� una intervenci�n en
el Cementerio Central de Bogot� y, tan pronto baje la marea de actividades,
espera por fin tomarse el tiempo de descanso que no ha tenido desde antes de
ser curadora del Museo Nacional (actividad que desempe�� entre 1989 y 2004)
y miembro del consejo asesor de artes pl�sticas del Banco de la Rep�blica.
Cuando eso ocurra, podr� por fin entregarse a un oficio pospuesto: organizar
las cinco bibliotecas que hay en su casa. Y, de nuevo, volver� a los
recortes y a las fotos de prensa, difusores de una cruda realidad que ha
sido su fuente de inspiraci�n,
Tomado de la Revista Caras, 2 de mayo de 2009

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Una risa de 200 a�os
por Sebasti�n Ciontescu
M�s de 20 caricaturas de Matador, Mico, Caballero, Rabanal, Valmez,
Grosso, Morro, Rubens, Vladdo y Ch�colo, que conforman la colecci�n
particular de la maestra Beatriz Gonz�lez, estar�n colgadas en las tres
salas de la Fundaci�n Teatro Nacional, (La Castellana, Casa del Teatro
Nacional y El Teatro de la 71) como parte del evento Temporada de
Carcajadas.
Esta destacada muestra, curada por la historiadora Ang�lica Mar�a D�az,
se inaugurar� con la conferencia Una risa de 200 a�os que lidera la
maestra Beatriz Gonz�lez.
"La risa ha cambiado. Nosotros tambi�n hemos cambiado: �Nos re�mos de las
mismas cosas? Ciertas convenciones y causas de la risa subsisten; sigue
siendo sat�nica como cre�a Baudelaire, los invito a que vengan a la charla
para saber de qu� nos re�mos hoy en d�a", afirma Gonz�lez.
Adem�s de la exposici�n de caricaturas , la maestra Gonz�lez har� un
recorrido sobre la historia de la caricatura en Colombia.
"Esta exposici�n es una peque�a muestra de la valiosa actividad de los
caricaturistas en Colombia, quienes con su arte nos advierten y divierten
entre cierta iron�a de los problemas sociales", concluye D�az.
Tomado del peri�dico ADN, 19 de abril de 2010 
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El temperamento de
Beatriz
El MAMM inaugura la m�s importante
retrospectiva que se ha hecho de Beatriz Gonz�lez en Colombia. (noviembre de
2011)
por Humberto Junca
En el tomo XXXV de la Historia Natural escrita por Plinio El Viejo
(a�o 23 a 79 d.C), el militar y pensador romano narra el origen del dibujo y
la pintura en Occidente, en el calco de la sombra de un soldado griego en su
�ltima cita de amor. La noche antes de partir a la guerra, alrededor de una
fogata en una cueva, Kore (hija de Dibutades, famoso alfarero de Corinto)
teme no volverlo a ver, teme olvidar su rostro; por eso, notando c�mo el
fuego proyecta sus sombras sobre la r�stica pared de piedra de la cueva,
coge un pedazo de madera quemada y con ella traza la silueta de la sombra
del perfil de su amado. Obtiene as� un contorno negro, una silueta de
carb�n, la primera representaci�n bidimensional hecha por el hombre.
En obras recientes como Auras an�nimas la instalaci�n de las
siluetas de cargueros llevando cad�veres, como l�pidas en los columbarios
del Cementerio Central de Bogot�, del a�o 2009, Beatriz Gonz�lez calca las
siluetas de las v�ctimas de la guerra en Colombia a partir de las
fotograf�as que aparecen en los peri�dicos, volvi�ndolas sombras, buscando,
como la mujer de Corinto, que nadie se olvide. El recorrido que ha seguido
para unir dibujo, pintura y fotograf�a a trav�s de la sombra y volver al
origen arcaico de la imagen (a su sentido primero), es largo y complejo.
La artista naci� el 16 de noviembre de 1938 en Bucaramanga. Su madre,
Clementina Aranda, era maestra y su padre, Valent�n Gonz�lez, era un
conocido pol�tico que lleg� a ser gobernador y alcalde. Fue la menor de tres
hijos que fueron criados, seg�n ella con "hedonismo y libertad". Libertad
que se mezcl� en mayor o menor medida con la educaci�n cat�lica y las ideas
de pecado, virtud y sacrificio que recibi� en el Colegio Santa Mar�a de Los
�ngeles de las hermanas franciscanas. Al terminar su bachillerato viaj� a
Bogot� para dar inicio a sus estudios de arquitectura en la Universidad
Nacional en 1956. Sin embargo, abandon� esta carrera tres a�os despu�s, para
estudiar Bellas Artes en la Universidad de Los Andes. "La escuela de Bellas
Artes de Los Andes era p�sima recuerda Gonz�lez en una entrevista publicada
en Arteria; la dirig�a Hena Rodr�guez, una escultora Bach�e en plena
decadencia; era de solo mujeres (...) y se dec�a que los pap�s de las
estudiantes las met�an all� para que se casaran bien.Yo ven�a de estudiar
arquitectura en la Nacional, que era dur�simo, y entr� a Los Andes a Bellas
Artes con la intenci�n de aprender dise�o gr�fico para irme a Bucaramanga y
poner una oficina porque all� no hab�a. Pero el profesor de dise�o gr�fico,
un caricaturista llamado Lisandro Serrano, era un desastre. La verdad, en
los primeros semestres todos los profesores eran malos (...) As� aguant�
hasta el quinto semestre cuando apareci� Roda. Como no estaba contenta en
Bellas Artes, me met�a en clases de filosof�a, me met�a en clases de
literatura francesa. Desde el tercer semestre, por ejemplo, me met�a a las
clases sobre metaf�sica que dictaba Danilo Cruz. Es que lo �nico que hab�a
bueno en la universidad eran las clases de la Facultad de Humanidades y
bueno, Marta Traba, que daba Historia del Arte. Pero las clases pr�cticas
eran muy malas (...) pero apareci� Roda en una clase de pintura y eso fue
distinto. El ten�a un m�todo que ser�a bastante cuestionado hoy en d�a: �l
pon�a un papel en blanco y dibujaba a la modelo y luego dec�a ahora h�galo
usted. Entonces, uno lo hac�a y �l se acercaba y dec�a: �Sabe? El suyo es
mejor que el m�o. �l dibujaba frente a nosotros, �l le permit�a a uno ver
lo que �l estaba viendo y ver c�mo lo dibujaba, c�mo lo pintaba. Roda era un
estupendo retratista y nos hac�a mirar. Con su m�todo nos ense�� a
enfrentarnos al modelo".
Juan Antonio Roda acompa�� a Beatriz Gonz�lez desde quinto hasta d�cimo
semestre y se convirti� en su gran maestro. Fue en una de sus clases donde
Gonz�lez hizo por primera vez una pintura de una pintura, a partir de un
afiche de La rendici�n de Breda de Vel�zquez. El ejercicio le encant�
a Roda y a sus compa�eras de clase y as� Gonz�lez entendi�, como ella misma
dice, que "no serv�a para pintar cosas reales; sino para pintar im�genes que
ya estuvieran hechas".
Al
terminar la carrera de Bellas Artes, Beatriz Gonz�lez se devolvi� a
Bucaramanga a trabajar en el taller que sus padres le hab�an arreglado en la
casa. Cuando le preguntan, la artista contesta que ten�a que tomar distancia
de la capital y de la universidad para saber qu� tanto hab�a aprendido. Pero
por otro lado, estaba el problema de vivir en Bogot� como mujer artista,
para lo cual hubiera tenido que conseguir un taller, un espacio propio; y
eso era algo que en ese entonces una "se�orita de bien" no har�a. En
Bucaramanga se puso a pintar diferentes versiones del cuadro de Vel�zquez y
de La encajera de Vermeer para cumplirle a Marta Traba, quien la
hab�a invitado a realizar una exhibici�n individual en el Museo de Arte
Moderno de Bogot�, a comienzos de 1964 como inauguraci�n de un programa para
impulsar artistas j�venes. Mientras realiza estas obras que parten de
pinturas cl�sicas (que a la vez coquetean con el abstraccionismo) y que
conservan una innegable influencia pict�rica de Roda, Gonz�lez se casa con
el arquitecto Urbano Ripoll. Cualquiera dir�a que la artista cumpl�a al pie
de la letra los preceptos y normas que la conservadora sociedad bumanguesa
le exig�a como mujer: hab�a estudiado una carrera para mujeres en Bogot� y
ahora se convert�a en esposa. Sin embargo, Beatriz Gonz�lez no cuadraba del
todo en ese esquema: r�pidamente, con disciplina, talento, intuici�n e
inteligencia, la artista se hizo notoria y notable en el panorama art�stico
nacional, asumiendo riesgos, cambiando normas y preceptos; eso s�, sin negar
lo que ella era, es decir, sin negar su origen "provinciano", ni su
educaci�n art�stica. Emplear fotograf�as como modelo para sus pinturas, fue
una de sus decisiones m�s radicales. De tal manera, la artista comenz� a
construir su obra de una forma muy distinta respecto a sus contempor�neos,
jugando libremente con los modelos de la pintura universal; hasta que
encontr� una imagen que cambi� su rumbo. En una entrevista dentro del
cat�logo de su retrospectiva llevada a cabo en el Museo de Bellas Artes de
Caracas, en 1991, Gonz�lez relata:"Un d�a cualquiera abr� el peri�dico y
encontr� la foto de los suicidas del Sisga. La historia narraba c�mo un
jardinero enloqueci� y dijo a su novia, empleada de servicio, que el mundo
estaba lleno de pecado y era mejor dejar de existir; decidieron entonces
lanzarse a las aguas heladas de la laguna del Sisga, luego de hacerse
retratar juntos con un ramo de flores entre las manos. Aunque era una
historia muy bella y rom�ntica, mi inter�s se centr� en la imagen
reproducida en la prensa: esas caras planas eran la f�rmula que yo andaba
buscando. La fotograf�a que me impact� no fue la original, publicada en
El Espectador, sino la que tom� El Tiempo de El Espectador,
que al ser una segunda reproducci�n se aplan�, se volvi� gris, perdi�
todo contraste". La artista pinta esa foto desvanecida, la traduce al lienzo
en colores planos dentro de contornos que parecen no empatar, en rostros de
tonos agrisados que borran levemente sus rasgos, como sucede con las
facciones de las im�genes impresas en mala calidad. Esa pintura de colores
"populares", copia de una fotograf�a publicada en la prensa, inexacta,
primitiva, dulce, plana, mal hecha, es enviada a concursar en 1965 al XVII
Sal�n de Artistas donde fue primero rechazada, luego reconsiderada y
finalmente premiada.
A partir de Los suicidas del Sisga el men� de sus modelos se
amplific� al infinito: a las pinturas de la historia universal, se sumaron
las fotos de cr�nica roja, las propagandas de la prensa, las estampas
religiosas, las ilustraciones de pr�ceres, las fotos de sociedad en las
revistas. Beatriz Gonz�lez comienza a recortar y a coleccionar todo tipo de
im�genes impresas que llegan a sus manos. Paralelamente, el �leo sobre
lienzo dio paso al esmalte dom�stico sobre lata y de ah�, la artista se puso
a pintar encima de muebles uniendo arte, decoraci�n y objeto dom�stico;
vinculando lo �til y lo in�til; haciendo que, como apunta Miguel Huertas en
su libro El largo instante de la percepci�n, "la pintura se saliera
del marco", vincul�ndola a un grupo de artistas con estudios de arquitectura
(Santiago C�rdenas, Bernardo Salcedo, Luis Caballero, Miguel �ngel Rojas)
que hicieron que la pintura invadiera el espacio real. Ese fue uno de los
experimentos pl�sticos m�s revolucionarios e influyentes dentro del arte
contempor�neo latinoamericano. Cuenta la artista: "Yo ten�a un cuadro
pintado sobre metal que representaba al Se�or de Monserrate, como los que
hac�a a partir de 1967 y que parec�an avisos publicitarios. Ya estaba
terminado. Un d�a en 1970 acompa�� a mi marido a comprar materiales de
construcci�n a Los M�rtires. La se�ora que los vend�a ten�a una cama
met�lica exhibida a la salida de su local. Le dije a mi marido que la
comprara solo porque nos llam� la atenci�n c�mo estaba pintada. Llegamos con
ella a nuestro apartamento, la colocamos en la sala y en un acto
inconsciente tom� aquel cuadro terminado y lo coloqu� entre el espaldar y el
piesero de la cama. El ancho del cuadro y el de la cama eran iguales,
ajustaron perfectamente. As� se inventaron, por azar, mis muebles. Aquel era
un Objet Trouv� intervenido. Le puse el nombre de Naturaleza casi
muerta".
Tomado de la Revista Arcadia No 74, 18
de noviembre de 2011 
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En el Museo de Arte Moderno de Medell�n
La retrospectiva
es un examen de conciencia
por Ang�lica Gall�n Salazar
�C�mo se hace para dejar en el olvido algunas vicisitudes de la vida
cuando se ha vivido haciendo un registro fren�tico de todo lo que se ha
visto, tocado, experimentado? �C�mo se hace para no recordarlo todo cuando
un cuadernito te ha acompa�ado en la maleta y los momentos, los rostros, los
recortes de peri�dico le�dos est�n todos puestos sobre lienzo y papel? �C�mo
hace un artista para contar su historia personal sin sentirse acosado por la
propia obra que ha dado testimonio de su existencia? "Es que hacer una
retrospectiva de tu obra es hacer un examen de conciencia", sentencia la
maestra Beatriz Gonz�lez, quien, a petici�n del Museo de Arte Moderno de
Medell�n, rebusc� entre anaqueles, revolc� sus archivos y se dispuso a
pararse, valiente, enfrente de esa vasta obra que ha realizado entre 1948 y
2010, para permitirse una pausa y mirarse.
"Yo
no hac�a una retrospectiva desde 1984. Entonces eran muchos a�os para mirar.
Esto ha sido como frenar en seco y darse cuenta de la cantidad de obra que
uno ha hecho; es mirar las obras viejas, es descubrir otras olvidadas", dice
la maestra en su estudio, cerca a la Plaza de Toros de Bogot�, ubicado en un
d�cimo noveno piso en donde la luz no s�lo le permite la creaci�n pict�rica,
sino que le aviva esos aires j�venes que a�n la habitan y hoy se manifiestan
en su camisa le�adora roja y azul.
Parada all�, preparada para caminar por las pinturas de su pasado,
Beatriz Gonz�lez no puede evitar reconocer lo determinantes que fueron esos
primeros trabajos hechos para la universidad, en donde descubri� que su
creaci�n deb�a partir de algo dado: un afiche, la obra de otro pintor, un
recorte de revista.
Una inclinaci�n que se exacerbar�a en su delirio por indagar c�mo se
registraba la vida, tambi�n la muerte, en las fotograf�as de peri�dico y que
marcar�a tanto su quehacer como pintora que la terminar�a convirtiendo en
una de las grandes retratistas de la vida social y pol�tica del pa�s. La
har�a una testigo armada con pinturas que registrar�a en la memoria
colectiva el gobierno de Turbay, los sucesos del Palacio de Justicia y las
formas en que los sobrevivientes de la guerra cargan a sus muertos.
"No s� por qu� a pesar de las maravillas que registran los reporteros
gr�ficos de los diarios, por alg�n mecanismo son im�genes que se olvidan al
poco tiempo. Lo que yo he querido hacer en mi trabajo es un ejercicio de
memoria, pasar esas im�genes a otra t�cnica, para que as� duraran un poco
m�s", explica la artista. Para ella el arte no puede escapar a su contexto:
"Creo en el artista comprometido, pero me parece que debe ser muy distinto a
lo que fue el arte comprometido mexicano o ruso, que fue militante. Uno no
quiere aleccionar, ni dar clases con la pintura, pero uno s� tiene un
compromiso con la verdad, con la realidad: es imposible desvincularse de eso
que se vive".
En la retrospectiva, que han curado Alberto Sierra y Juli�n Posada y que
ser� inaugurada el 23 de noviembre en Medell�n, tienen un lugar especial
obras como Los suicidas del Sisga, una creaci�n can�nica que rompi� con
todo lo que Gonz�lez ven�a haciendo en los a�os setenta. Tambi�n varias
obras de la serie de los muebles, con las que se adentr� en la exploraci�n
del gusto popular, as� como sus versiones sobre grandes cuadros de la
historia del arte y, por supuesto, sus pinturas de pr�ceres, con las que
sabe que se volvi� una mujer inc�moda para los poderosos y los acad�micos.
A los 73 a�os, Beatriz Gonz�lez mantiene intacto ese car�cter que hac�a
que cuando en sus a�os de juventud asist�a a una fiesta de sociedad, en su
natal Bucaramanga, todo el mundo se preguntara por la chica callada que, sin
embargo, con un comentario era capaz de desestabilizar de risa a todo el
grupo. "El humor y la cr�tica presentes en mi car�cter y en mi obra han sido
un mecanismo de defensa para mi desmedida timidez", dice la maestra, quien
mantiene tambi�n vivo esa gran amor por la historia que su madre reconoci�
desde temprano, cuando le escrib�a en cartas a sus parientes: "Beatriz
perdi� aritm�tica y geometr�a. Menos mal que no le importan y con eso no
sufre". Y a pesar de que el color ha cambiado, dejando atr�s los anaranjados
y verdes loras, que ahora le dan espanto, a favor de unos m�s suaves,
Beatriz Gonz�lez sabe bien qu� es: "Siendo tan cuestionada la pintura, sigo
siendo pintora, pero me he inventado unos mecanismos para sacarla de su
decadencia", confiesa esta artista, que, despu�s de ver todos los vestigios
que sus manos han dejado, no tiene m�s remedio que registrar esos archivos
minuciosos de recortes de peri�dico que ha guardado en f�lderes
antioxidantes, tomar el l�piz y ponerse a dibujar los bocetos de Los
inundados, la nueva serie en la que trabaja, que desentra�a el dolor de las
familias que vieron al futuro irse entre las aguas, unos dibujos que ser�n
luego cuadros y que alg�n d�a har�n parte de toda esa obra digna de
celebrar.�
Tomado del peri�dico El espectador, 13 de
noviembre de 2011

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No deja de
mirar
Pocos como ella han logrado plasmar el dolor de un pa�s en el lienzo,
Pocos como ella se han burlado del poder o han retratado la idiosincrasia de
un pueblo en objetos y grabados, Una retrospectiva en el Museo de Arte
Moderno de Medell�n, expuesta hasta marzo de 2012, recorre los mejores
momentos y las mejores obras de la genial artista bumanguesa.
Por Manuela Lopera
La famosa frase "La pintura no ha sido hecha para decorar departamentos",
de Pablo Picasso, podr�a ajustarse bien a la obra de Beatriz Gonz�lez. Ella
lo confirma: "A partir de algunas im�genes no es posible re�rse". Dura,
conmovedora, as� es la obra de esta artista nacida en Bucaramanga que ha
sabido retratar el dolor de Colombia. Las tragedias han penetrado su obra y
su ser como en una suerte de trance m�stico: "Yo no quiero que mi trabajo
sea una explotaci�n de las penas y los dolores del ser humano. Cuando
empiezo a trabajar un tema duro, empiezo a leer las noticias para conmoverme
y poder transmitir lo que siento. No me interesa la especulaci�n con el
dolor humano".
La
retrospectiva "La comedia y la tragedia 1948- 2010", inaugurada en el Museo
de Arte Moderno de Medell�n, es el evento art�stico m�s relevante del a�o.
Es la oportunidad de ver m�s de 200 obras de la gran artista colombiana,
creadora de un arte sin concesiones y due�a de una visi�n particular de la
realidad pol�tica del pa�s: "Para nosotros es un orgullo tenerla en
Medell�n", afirma Juliana Restrepo, directora del museo. La exhibici�n, que
hace parte de las exposiciones que el museo quiso hacer de tres grandes
pintoras colombianas (D�bora Arango, Beatriz Gonz�lez y pr�ximamente Doris
Salcedo), es un recorrido cronol�gico por la obra de una artista fundamental
en la historia de Colombia. Una mujer que ha fluctuado entre la comedia y la
tragedia para plasmar nuestras m�s crudas realidades y que ha pretendido
sentar un precedente �tico como un compromiso indeclinable: "Por sobre todo,
hay una posici�n �tica que es muy fuerte. La �tica de ella son la misma en
el arte yen la vida, y eso hace que haya una mirada muy particular sobre la
realidad", opina Juli�n Posada, curador de la muestra. Beatriz cree en el
significado del artista como generador de reflexi�n �tica: "Me interesa que
vean la exposici�n y que mediten alrededor de la memoria".
En esa l�nea, los curadores establecieron una l�gica en el orden
cronol�gico para mostrar su trabajo. En un comienzo est�n sus primeras
b�squedas, su formaci�n en el expresionismo abstracto de la mano de Juan
Antonio Roda y Marta Traba (quien dijo de ella en 1974: "Es el comienzo de
una extraordinaria carrera art�stica, cuya originalidad m�s relevante ser�a
la de expresar la idiosincrasia de una sociedad con agudeza, inteligencia y
chispa inventiva"); tambi�n sus ejercicios de reinterpretaciones de obras
maestras del arte universal y la profunda relaci�n con los objetos y l�minas
de la cultura popular que iba viendo y llamaban profundamente su atenci�n.
Durante ese proceso apareci� una noticia que marc� un antes y un despu�s
en su forma de crear, porque descubri� en la prensa una de las fuentes
principales de su trabajo: una pareja de enamorados que se hab�an lanzado al
vac�o. Son los protagonistas de Los suicidas del Sisga (1965), una
historia que registr� con profunda ternura y dolor, y que se convirti� en
una pintura ic�nica con la que gan� el premio especial del XVII Sal�n
Nacional de Artistas en 1966. Alejada del dise�o y la arquitectura, y metida
de lleno en el mundo de las artes pl�sticas, propuso entonces la necesidad
de partir de algo dado y, de paso, dej� servida una gran pol�mica en las
esferas art�sticas de la �poca: "El hecho de encontrar la realidad a trav�s
de im�genes o noticias ha hecho que mi obra se encamine hacia un deseo de
que el espectador encuentre pedazos del pa�s, de nuestras costumbres y de
nuestra manera de comportarnos".
Su labor, que ha sido la de registrar y construir memoria, tiene que ver
con la de un cronista, pero con una diferencia. En palabras del curador
Alberto Sierra: "Un pa�s visto por un artista es muy distinto del visto por
el periodismo porque el primero fija una imagen a trav�s de su capacidad
po�tica". Una caracter�stica que es com�n en toda su obra, bien sea referida
a eventos sociales, a la cr�nica roja, a mujeres llorando, a los cad�veres
de l�deres pol�ticos, a las masacres, a las inundaciones, a los
allanamientos, a las desapariciones, a los muertos que flotan en el r�o...
Todos dramas que hacen parte de la historia de Colombia desde la d�cada del
70 hasta hoy. Piezas que adem�s est�n impregnadas de la importancia que
tienen para la artista los s�mbolos religiosos, el mobiliario como
representaci�n de lo dom�stico, las frivolidades del poder y las
contradicciones permanentes manifestadas en la belleza y en lo m�s cruel de
la naturaleza humana: "No se trata de una exhibici�n macabra, sino de
preguntarnos qu� pas�", dice Alberto Sierra.
Desde 1984, no se hac�a en el pa�s una retrospectiva de su obra. Ahora,
27 a�os despu�s, la maestra se dio a la tarea de mirar hacia atr�s y
observar con ojo de acad�mica su prodigioso trabajo. Confiesa que se
sorprende mucho cuando recuerda sus a�os de transgresora y que en muchos
procesos creativos se convirti� en una verdadera loca.
Sierra opina que la exposici�n es el reflejo de una teor�a muy bonita de
la tragedia en el para�so en el que est�n presentes los colores de su
infancia en Bucaramanga. Al respecto, ella le cont� una vez a CROMOS:
"Entrecierro los ojos y veo los colores de Bucaramanga, de lo que ve�a en mi
ni�ez. Los colores de mis cuadros son los de los atardeceres que observaba
con mi pap�. El sol�a decirme que yo era una artista".
Una artista que hay que ver para encontrarse de frente y sin m�scaras con
la realidad de lo que somos: con el cinismo y la frivolidad de los
poderosos; la ternura, el desamparo y la tristeza que produce una madre
despojada; con la impotencia de las tumbas sin nombre... En �ltimas, la gran
paradoja del para�so y el horror: "La exhibici�n, desde el arte, nos permite
reflexionar sobre nuestra postura �tica frente al pa�s y frente a la
situaci�n pol�tica que vivimos", afirma Juli�n Posada.
Es el trabajo de una mujer que a sus 73 a�os sigue vigente porque siempre
tiene una nueva reflexi�n acerca de esa realidad que la sobrepasa. Es la
exposici�n de una visionaria que supo hacer de su arte algo poderoso. Hoy el
mundo se pregunta para qu� la pintura. Ella sentencia: "para seguir
reflexionando".
Tomado de la Revista Cromos, No. 4827, 2 de diciembre
de 2011

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Beatriz Gonz�lez Artista
Los cuadros de Beatriz Gonz�lez se pueden reconocer inmediatamente por el
color. Ella se�ala que nunca pinta superficies blancas, y en cambio recurre
siempre al mismo color vino tinto de la marca Winsor &
Newton. En parte debido a los colores
vivos de sus obras, se ha dicho que sus cuadros pertenecen al arte pop,
caracterizaci�n que rechaza. Pero tambi�n se puede reconocer en ella una
b�squeda constante por la expresi�n de temas sociales, sacados por lo
general de im�genes publicadas en los peri�dicos. De all� sali� su famoso
cuadro Los suicidas del Sisga (1965), y de all� sale la serie en la que est�
trabajando, Los inundados, a partir de fotos que muestran a las familias
afectadas por el invierno. Nacida en Bucaramanga en 1938, Beatriz se gradu�
de la universidad hace exactamente 50 a�os, y nunca ha dejado de pintar
desde entonces.
- Dedica las tardes a escribir y a preparar sus clases, pero viene a
pintar todas las ma�anas. Las enormes ventanas dejan entrar la luz, ~que
es una maravilla.
- Les tengo una envidia a Ram�rez Villamizar, a Roda, a Obreg�n, a
Botero... Ten�an unas firmas divinas, las mismas firmas son una obra de
arte^
- Los cuadros que se ven pertenecen a la serie Los inundados, que
expone en Casas Riegner este mes.
- Esta chaqueta ya no se usa para pintar, /^ora sirve, exclusivamente,
para limpiar los pinceles.
- En la entrada de su taller queda el dep�sito, donde guarda las obras
para exposici�n. "Yo no creo que esto se pueda ni se deba vender", dice
Beatriz.
- Esta silla fue un regalo. Es una obra de un artista paisa que
copiaba a Beatriz. En el espaldar tiene una imagen de Carlos Gardel.
- En este rinc�n deja asomar su sentido del humor con frases famosas:
Hay que reducir la corrupci�n a sus justas proporciones", de Julio
C�sar Turbay.
- La m�scara de Cochise, que ella despu�s us�
para uno de sus cuadros.
- Dice Beatriz: � Despu�s del
Palacio de Justicia se me cambiaron los colores, suprim� los
fosforescentes y trabajo con otros que no sean tan alegres.
- Desde que estoy en la universidad he usado las mismas marcas,
se�ala
- �Uno de los inventos de los que me considero autora es la paleta
carro de t�, dice la artista. Este carro de t� era de su mam�.
- Dice que esta mu�eca, que compr� en la feria del juguete, es como
una Shirley Temple colombiana. Nunca la ha
pintado porque le parece que ya es una obra de arte.
- Viaje de invierno, de Schubert, es su obra
favorita.
- Le agradan los pinceles duros y las brochas.
Tomado en
http://www.revistacredencial.com/credencial/content/mi-taller-beatriz-gonz-lez
, 2012

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Artista e investigadora, Gonz�lez es la gran
maestra del arte colombiano contempor�neo y la pintora que refleja en su
obra una profunda conciencia social. Su mirada respetuosa y de artista de
provincia, hace de esta pintura conmemorativa un homenaje reivindicativo a
la humildad del Ind�gena que es representado en medio de un ambiente teatral.
Para celebrar el encuentro de Europa y Am�rica la artista selecciona al "otro"
y le confiere a trav�s de la mirada y el poder de la representaci�n la
importancia que la visi�n hegem�nica le neg�.
Juli�n Posada, Alberto Sierra
Tomado del folleto Arte Colombiano, Cuatro decadas de la Coleccion
de Suramericana, 2013
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