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Ya terminó todo. Los sepultureros dan los últimos
toques a la tumba, donde una placa sencilla indica desde ahora el lugar
donde reposa el "Chato" Latorre. El impresionante desfile (un centenar de
carros, más de dos mil personas) ha abandonado ya el cementerio y del cielo
gris plomizo ha comenzado a caer la Iluvia de siempre: fría, hiriente,
delgada. Es la lluvia bogotana, que no podía faltar en este sepelio. Es la
última invitada a los funerales del más rolo de los rolos, Hernando Latorre,
nativo de Las Nieves, residente en Palermo, de profesión cachaco. El último
de los cachacos. A esta hora, su familia (8 hijos) y sus amigos más íntimos,
aún se miran desconcertados y todos repiten la miisma pregunta: "¿Cómo fué?
iQué pasó? " Nadie lo sabe. "SOLO NOS QUEDAN LAS LAGRIMAS..." Ahora, nada importa ya, "Chato " Querido. Todas estas
reconvenciones, todas estas cosas que nos llenan de amargura, han terminado
aquí, frente a la tumba. Lástima que no los hubieras visto a todos. Te
habrías conmovido. Los símbolos vivos de este Siglo XX que cruda y salvajemente te devolvió "Chato" querido, a la postal desteñida de la vieja Santa Fé, de donde un día te escapaste para ser actor. Lástima "Chato". Con tu muerte, se va una Bogotá que ya no se parece en nada a la de hoy. Tomado de la Revista Antena No. 24, 20 de diciembre de 1975 |
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