TAIRONA
por Alvaro Chaves Mendoza
Habitaron
la Sierra Nevada de Santa Marta guerreros y artistas, desde las cálidas
faldas hasta las cumbres paramunas. Durante casi un siglo se opusieron al
dominio español, y de su cultura —que alcanzó un alto desarrollo en
urbanismo, orfebrería, arte plumario, lapidaria y alfarería— nos quedan hoy
las urnas de ciudades con plazas, escaleras y caminos enlosados; con teatros
al aire libre, de inmensas graderías logradas por el aterrazamiento de las
laderas de la montaña; con acueductos formados por piletas y desagües
tallados en la piedra.
Descollaron en arquitectura. Sus pueblos comenzaban a ser ciudades, pues
ya sus construcciones denotaban una diferenciación en el tamaño de las
viviendas —bohíos de paredes de bahareque y techos cónicos de paja— al lado
de las casas ceremoniales, más amplias, más altas, mejor acabadas y situadas
en las esquinas de plazas triangulares, como puntos focales del trazado
regular de las calles. Toda la Sierra estaba llena de poblaciones y los
caminos empedrados se convertían en largas escaleras para ascender y
descender, uniéndolas.
Agricultores del maíz, grano que fue en América y en Colombia —al lado
del fríjol y la calabaza— la base del sustento, cultivaban también el
algodón para hilar y tejer mantas policromadas con colorantes vegetales, el
tabaco para obtener del cocimiento de sus hojas una pasta medicinal, el
cacao para la bebida estimulante y las distintas hierbas para la curación de
los males del cuerpo y del espíritu.
El cronista Juan de Castellanos describe a los taironas como "embijados,
conpuestos y lozanos": embijados por la pintura facial trazada con el
colorante anaranjado que se saca de la semilla de la bija o achiote, y
compuestos por llevar
de largas plumas las cabezas llenas,
diademas de oro por las frentes,
en el pecho chagualas y cadenas.
Castellanos alaba también su valentía al decir que "la gente natural
desta frontera, /ninguna para guerra fue más dura".
A su vez, fray Pedro de Aguado los elogia como "gente muy crescida y
lucida", y Antonio de Herrera cuenta que "los indios de la Provincia de
Santa Marta son dispuestos y de buen entendimiento, aunque malos y
soberbios".
Los rostros que nos muestra la cerámica fueron realizados mediante la
estilización de los rasgos faciales, destacando en líneas geométricas la
expresión arrogante de los caciques, engalanados con collares, narigueras y
adornos labiales. En algunos casos el alfarero buscó la acentuación de la
curva para redondear nariz y labios e imprimir al rostro de la vasija la
placidez del hombre que se solaza en el descanso
Tomado de la Revista Lámpara No. 81, marzo de 1981
